Cuando al que suscribe le mencionan este grupo, al instante le vienen a la mente tres cosas fundamentalmente: primero, las hipnóticas faldas que suele vestir Helena Miquel, segundo, las mañanas de domingo buscando tesoros en el monte, y tercero, el halo de buen rollo generalizado que han inyectado en las venas de todos los que les hemos seguido desde sus comienzos junto a Facto.
Y con esas tres premisas me planté en la Sala Mirror, decorada con la estética Dark Cowboy que le proporcionaba las Jack Daniel’s Sessions y que poco acompañaba a los tres grupos que actuaban esa noche, con el mismo deseo de la mayoría de los que allí coincidimos: bailar al compás de las rimas de Oscar y Helena esperando recordar esa gran premisa de que las pequeñas cosas que nos rodean son las que nos pueden hacer más felices.
Pero antes de la actuación de Delafé y las Flores Azules, hicieron acto de presencia Chinese Christmas Cards, que fueron como esos entrantes tan deliciosos de las cenas de navidad que hacen temblar al plato principal. Mario Gutiérrez y sobre todo un entregado Joan Sala, hicieron que no me diera para pensar en que era obligado tomarme un Gingerale con Jack Daniel’s para arrancar la noche.
Ya copa en mano, y con una velocidad propia de una salida de Formula 1, Helena y Oscar comenzaron a dar las primeras notas de “Rio por no llorar”. Y con esa misma velocidad, los ojos ansiosos del público asistente se centraron en la “falda campana con vuelos” de Helena que tanto ha llevado en este Final de Gira del grupo. El vuelo de la falda se movía con la gracia que nos tiene acostumbrados y con las tablas, no las de la falda, que en estos últimos años le ha dotado la ya no tan tímida Helena. Pero esto no es una crónica de la Valencia Fashion Week.
Y obviado ya por esa falda, recordé esos hongos maravillosos que son las trompetas de la muerte, que tanta profundidad pueden dar a un buen guiso de carne. Pero por más que buscaba en el escenario a esas trompetas (trombón más trompeta, en este caso) que le habían dado ese toque de potencia y alegría al LP, lo único que encontraba era unos champiñones que simplemente daban sabor a la noche. Pero esto no es la crónica de una velada gastronómica.
La actuación era plana, sin más.
Fue ya en la mitad del concierto cuando Delafé y las Flores azules se acordaron de porqué la gente suele ir a sus actuaciones. Sí, el buenrollismo exponencial que esperábamos nos metieran por el cuerpo. Y lo consiguieron con un inesperado “Éramos”. Y la gente les devolvió el detalle. Además ahí alguien encontró las trompetas de la muerte, las subieron el volumen y el ambiente cambió para bien.
A partir de ese momento, el bueno de Oscar, que ya se lo sabe (por eso estamos en el final de gira), le dio todo el protagonismo a Helena. Protagonismo que ya había cogido desde el momento en que sabíamos al Atlético goleado por el Madrid; comienzo del show. Y es que ese es un poco el sino de Delafé y las Flores Azules, un Oscar venido a menos y con pocas ganas de bailar y una Helena que alarga al máximo su eterna sonrisa y apoya su mano sobre la cadera cual cortesana en la casa del Rey esperando ser cortejada.
Y así es como Helena Miquel y Cia fueron ganándose al público, fueron recordando los temas del trío que más nos han llegado, fueron llenando a la gente de electricidad.
Entonces vi bailar a algunos, vi cantar a la Estrella Renata e incluso llegué a creérmelos un poquito.
Por lo demás, a Dj Niño apenas lo pude atender, ya que intuía que mi niño dj, al que había dejado a cargo de su abuela para poderme escapar esa noche, estuviese pinchando a esas horas en el Primavera Club.
Texto: Pedro Blázquez
Fotos: Delia Álvarez