Viernes 23 y sábado 24 de octubre de 2015. Espai Cultural La Rambleta. Valencia
Por fin! Tras tres ediciones anteriores del Deleste, esta era la primera vez que se me abría la oportunidad de acercarme a L’Espai Cultural La Rambleta y disfrutar de la sonoridad de su auditorio principal (escenario Budweiser) y comprobar de primera mano el calificativo “gourmet” que han estado lanzando para este festival. No lo iba a desaprovechar.
Y con ese deseo de degustar platos exquisitos me presenté el primer día a La Rambleta, llevando en la cabeza The boxer de Simon & Garfunkel que había escuchado en el hilo musical del bar donde previamente me había tomado el café para prepararme ante el aluvión de conciertos que me esperaban. Tenía un buen presentimiento.
Gracias a la efectiva organización del festival, a las que solo se les escapo un pequeño detalle a la entrada de la actuación de McEnroe, a las 18:00 horas iniciaba el festival con We use to pray. Y qué forma de empezar. En un primer momento asocié mi entusiasmo a las ganas de festival que tenía, pero el torrente de emociones que fluyen de estos cinco chicos, canalizadas muchas de ellas a través de su vocal principal, Joecar Hanna, me hizo ver que estaba equivocado y se debía a una banda que venía a darlo todo. Y eso que Joecar comentó varias veces que el grupo tomaría derroteros separados.
Con este gran inicio en la espalda me acerqué al escenario Jägermeister con ganas de volver a ver a Tulsa. Hacía siete años que no coincidía con la voz de Miren. La noté muy cambiada y menos amarga. Con un look más peinado y con un repertorio cercano al último disco no llegaron a conectar con el público. Solo en esos momentos en que Miren se despeinó y abrió un poco las heridas del pasado consiguió que algunos pudiéramos oler a verano.
Volviendo al Deleste y a su organización, he de admitir el prejuicio que llevaba a la actuación de Pep Gimeno “El Botifarra”. Como el moderno eterno Drácula ye ye que soy, me suelo centrar en degustar la sangre fresca de grupos actuales. Y por ello, la hostia rectora que me regaló El Botifarra no se me olvidará en mucho tiempo. Con un discurso reivindicativo por la raíz, por la historia de la música valenciana, con un humor cercano, y con una voz de cantaor de taberna, el Botifarra nos deleitó con jotas, seguidillas, folias, etc., que hicieron que se produjera el único bis de todo el festival. Y mientras tanto el postureo tomando combinados en copa de balón en la terraza Grefusa.
Pasar del folclore popular a los guitarrazos de Mourn requirió de varias dosis de cerveza para acercarse al infierno. Una vez a las puertas, todo está permitido. Las tres niñatas tienen un descaro que te descoloca. Los pequeños problemas de sonido se hacen virtud. Las camisas que mi mujer se pone de pijama ellas se las ponen y derrochan imagen grunge. Empezaron y acabaron dando la espalda, sin importarles el buen momento que viven. Joder, me acordé hasta de las Breaders.
A continuación, el auditorio se llenó para darle homenaje a La Habitacion Roja. El Deleste les había otorgado el excesivo calificativo de cabeza de cartel y ellos querían degustarlo. Así Jorge y compañía, tocando en orden cronológico a como lo hicieran en Valencia en 2001, se sacaron los trucos del manco para ganarse a un público que parecía ganado desde el minuto uno. Le sobraron guiños y viejas historietas. Aun así cumplieron con las expectativas e hicieron una fiesta tocando los temas que la gente quería escuchar.
La inercia juerguil la aproveché para acercarme a escuchar al que más ganas tenia. Fucking Mike Krol!!! Esta como una puta regadera. Disfrazados de policías como bandera de su último disco, él y su banda sacaron todo el rock&roll que llevan dentro para asombro de un público que se dejaba mear un poco asustado por el descaro del americano.
Embrutecido, decidí tomarme un descanso y escuchar lo más lejano posible a El Último Vecino, el proyecto de Gerard Alegre Dòria que tantas comparaciones ha sufrido y que ya se presenta en los conciertos con un sequito más que notorio de fieles. Un sonido cuidado y una actitud despegada me sirvieron para llegar al final del primer día.
Lo terminé con Perro. No puedo ser objetivo con ellos porque desde la primera vez que los escuché sentí que debía darles la oportunidad de ser mi banda de referencia durante unos años. Así está siendo y creo debe ser para muchos.
A la mañana siguiente me presenté con mis dos hijos para que disfrutasen del Deleste Kids. Al mayor le gustó Ramírez. Parecía hipnotizado con el ex Tórtel que ejecuta todo con una normalidad que asombra. Por su parte, el pequeño se durmió con el concierto de versiones de grupos de los 90 que fue llevada a cabo por el grupo sorpresa que por todos era conocido, La Habitación Roja. El objetivo de conectar los gustos de los padres con el interés musical de los hijos no funcionó. Mi hijo mayor ya se conoce muchas canciones de ellos y esperaba cantar Indestructibles. Y también muchos padres, ojo.
A la tarde llegué con Mist empezado. Los holandvalencianos tenían bastante público para ser solo las 17:00 horas y no lo desaprovecharon. Rick Treffers parece saber de qué va esto y dio peso a su guitarrista para que jugara como en casa y acertó. Eso, unido a un acertado teclado hizo que me encendiera positivamente para lo que quedaba de jornada.
Y no tardó en llegar la gran sorpresa del festival. Con un comienzo preciosista en solitario llevado a la perfección por Nacho, el frontman de La Familia del Árbol, puso la melancolía del auditorio a niveles elevadísimos. Pero no quedaba ahí, en el fondo se veían instrumentos para dos percusionistas que junto con el resto de la banda nos iban a preparar para la Odisea. Y vaya que lo consiguieron. Una actuación memorable lleno de intensidad, de tensión melódica.
Con la mente analítica en lo que había recibido, me bajé a tomar una cerveza y escuchar a Ocellot. He de confesar previamente que el formato de concierto en auditorio me relaja y disimula mi torpeza para expresar la música con mi cuerpo. El estar sentado ayuda mucho. Pues bien, con la banda catalana y su psicodelia quedó en evidencia mi incapacidad para moverme rítmicamente. Ocellot conecta tanto con el espectador que su música te sumerge en un sueño donde no puedes controlar casi nada. Un agrado para mí y un espectáculo adicional para los que me rodeaban.
Llegaba la hora de McEnroe y sus numerosos seguidores se agolparon en la puerta de acceso. Lleno de la formación bilbaína que arrancaban aplausos con cada canción que empezaba. Algunos intentaban sin éxito que McEnroe fuera la fiesta de La Habitación Roja, pero su música es la que es. En el ambiente sonaban temas de Rugen las Flores y de sus anteriores discos. Y mientras yo, pensando en La Familia del Árbol. La capacidad de estos últimos para llenar de música el auditorio no fue aprovechada ni de lejos. El escenario Budweiser se les quedó grande para una música tan íntima.
Descanso de media hora que el postureo aprovechó para perderse a El Páramo. Éstos no los necesitaban. Que soberbia! Que brutalidad! Recital de rock instrumental. Hacía mucho tiempo que no veía a un bajista con una actitud tan agresiva. La banda venía a follarse a los mediocres. Algunos se levantaron a los pocos minutos de empezar. Los que nos quedamos fuimos arrollados por unos tíos que no tocan guitarras, tocan los cojones de la muerte. Pocas veces me pongo en pie y estos lo consiguieron. Se despidieron uno a uno apangando sus instrumentos, dejándome seco.
Necesitaba un trago. Me acerque a la barra y desde allí me dispuse a escuchar a Exonvaldes. Ya copa en mano los parisinos me hicieron recordar que soy un enamorado de la musicalidad del francés cantado. Pero éstos saben a lo que van y deciden cantar en inglés. Y lo peor de todo, saben cómo meter a la gente en su bolsillo y hacer que nos pongamos a bailar. Otro espectáculo gratuito para los que me rodeaban. Uno de mis favoritos del festival me dejaba preparado para Low.
Y con el auditorio a reventar me senté casi en el gallinero haciendo compañía a los miembros de We Used to Pray esperando que aparecieran los de Minnesota. Low hizo un concierto sin fisuras. El silencio del público me decía que la ultramelancolía estaba fluyendo por su sangre. Las voces de Alan y Mimi me hacían débil. Fueron exquisitos. Lo más exquisito del festival. Ya no necesitaba a los Tiki Phantoms, me sobraban.
Salí de la Rambleta a las 01:00 horas después de dos días, más de 16 horas de conciertos y una sensación acerca del festival, que no llega a lo gourmet pero sí que lo deja en una posición de consolidación para futuros años.
Texto: Pedro Blázquez