Con motivo de la presentación de su nuevo trabajo “I know What Love Isn’t”, el sueco Jens Lekman y su banda aterrizaron en el Music Hall de Barcelona, dentro del marco de su minigira estatal. Lejos de la puntualidad que se presupone deben tener las bandas nórdicas, Lekman y los suyos hicieron acto de presencia con retraso respecto al horario previsto. Tras el mero trámite que supuso la actuación de los teloneros Evripidis and His Tragedies, Jens y su variopinto elenco de músicos se calzaron sus respectivos instrumentos y sin mucho espacio para la retórica, pusieron en marcha su máquina de hacer canciones.
Y claro, ¿Qué se puede esperar musicalmente hablando de este simpático tipo? Los más conocedores de su obra probablemente me dirán que pop elegante de bella factura, perfectamente ejecutado y con unos arreglos de orquestación bastante elocuentes. Sí, por supuesto, eso y el “as” que Jens tenía guardado en su manga: un directo “clase A”. Definiría a este tipo de directos, como aquellos en los que sube el nivel musical del trabajo de estudio y que dota de excelencia a cada una de las canciones interpretadas. Algo de lo que pocas bandas pueden presumir, de aportar ciertamente valor añadido a los temas originales y no ceñirse a un simple trámite interpretativo.
Dotados con un sonido pop vitalista, fresco y con ese ritmito que se te mete como por detrás de la espalda y te hace mover la pierna a cada golpe de caja, Jens Lekman sonríe porque tiene motivos para estar feliz, aunque no pare de recordarnos que rompió con su novia. Su puesta en escena, dotes interpretativas, e incluso su forma de bailar encima del escenario le hacen grande, y además es contagioso. El público barcelonés captó el mensaje y no reparó en disfrutar en todos y cada uno de los temas del set list. Nadie quería perder su posición dentro de una sala expectante al show que acontecía. Momentos estelares de la noche: cuando enalzaron el final del tema ‘Golden Key’ mediante un “subidón” electrónico sacado de un sinte, para ir a parar directamente a la melodía de violín de uno de sus hits, ‘The Opposite of Hallelujah’. Lograron ponerme literalmente los pelos de punta.
El concierto, en formato circular, tuvo su inicio y fin en el mismo tema del último álbum ‘Every little Hair Knows your name’, siguiendo su autoterapia para superar el duelo amoroso. A modo de catarsis, como tantos otros grandes artistas, Jens utiliza el desencuentro sentimental para dar a luz preciosas canciones y plasmarlas en su último trabajo. El directo logró transmitir esa sensación melodramática tan pop, creando una sonoridad a caballo entre el optimismo romántico y la melancolía otoñal. Poseedores de una gran clarividencia musical, entre violines, guitarras acústicas, coros femeninos y elegantes líneas de bajo, el show se fue decantando hacia una festiva pista de baile. Canción a canción, el espectáculo fue ganado en colorido y fuerza, hasta llegar a tal conexión con la concurrencia, que hicieron falta un par de bises y seis o siete temas extra para que el público apaciguase los ánimos.
Tras la edición de su último álbum habrá quien piense que a Jens Lekman le falta mucho camino por recorrer. Otros que su pop es muy correcto pero le falta un poco de gancho. Muchos dirán que pese a ser un gran compositor aún no ha llegado a la altura de los grandes. La verdad, yo no tengo una opinión tan clara como algunos puristas desencantados, pero lo que sí que me quedó claro el pasado viernes 7 en la sala Music Hall, es que este tío sabe como se debe hacer sonar una banda en directo y también como meterse al público en el bolsillo.
Texto: Alex Pérez Medina
Fotos: Tatiana Moret Ruz