sala Razzmatazz 2

El vuelo de Youth Lagoon

Que con “The Year of Hibernation” no pasara por Barcelona, fue una de las espinas que más profundo se nos clavaron hace dos temporadas. Sin embargo, el dicho fue bueno, y la espera fue recompensada, a pesar de algunas heridas que costarán cicatrizar. Youth Lagoon llegaba a Razz 2 un frío jueves de noviembre y no con el recibimiento cálido que desprenden sus canciones.

Hubo algo de destemple en la entrada con los consecuentes espacios vacíos de gente afín a su música y, sobretodo, la estética de Trevors Powers, que se quedaron en casa escuchando “Afternoon”. Que no tocó. Tampoco “Posters”. Y ya. Eso sería lo que, con los dientes apretados nos quisimos imaginar como hubiese sido en directo. Y nos llevamos en el rincón del rencor. Nada más. El resto; un vuelo. Raso y muy rápido. A toda velocidad. Con los pies en el suelo e incluso por debajo del subsuelo.

Siempre cubiertos por capas de reverb y ese sonido acuático, como de música oída sumergido en una bañera. Siempre en un espacio cerrado. Siempre melodías tímidas que se expanden lo justo. “Attic Doctor”, como un vals vilipendiado, ya puso en alerta que no iba de atarse al minutaje, sino de mutar y pintar sobre ellas. Sin tantos arreglos electrónicos, pero con una guitarra que mordía toda la percusión, y él, en medio siendo protagonista a los mandos de una caja de syntes -que nunca entenderemos cómo funcionan- pero bien entretenido contoneándose, de perfil al público- al que apenas tuvo gestos de complicidad. Una frialdad amistosa- sin descaros, pero con el trato justo- similar al que la banda comparte entre ellos encima de la tarima. Pocos gestos y la sensación de que quienes le acompañan son soldados remplazables en el tablero.

No obstante, no son prescindibles; La tormenta de “Sleep Paralysis” a ratos desconcertante y mareadora fue en gran parte al despliegue de instrumentos que acompañan a Youth Lagoon en la gira. Una sacudida que se vio ralentizada con el manantial que fue volver al debut con “Cannons”, y la gran ovación. Sigue siendo, ese primer disco, su gran baza para el gran público. Seguida de “17” y “July”, los momentos de más de disfrute de la sala. Sin embargo, la excelencia musical, y de máxima catarsis se lograría con temas de “Wondrous Burghouse”, donde ellos parecen gustarse más. En concreto ese “Dropla”, en la que se separó de la oscuridad y lució su túnica y los rizos de genio loco para señalar al público en los versos de “You will never die…”.

Una sonrisa gigante y casi el creerse que eso era posible. Eso llegó a conseguir con el estallido de luces, distorsión y talento. Todo el talento que esta banda aúna, a pesar de que, como decíamos, uno de los comentarios más repetidos era la lamentación “¡No ha tocado “Afternoon”!” Dejemosle, y sigamos volando cerca de la Tierra.

Text: Jordi Isern

Fotos: Sergi Moro