Ravid Goldschmidt

Misticismo Navideño

Dentro del incomparable marco de l’església del Pi, en pleno centro de la Ciudad Condal, el pasado sábado 22 de diciembre pudimos presenciar uno de esos conciertos que realmente apetecen en vísperas de estas entrañables fiestas Navideñas, que para bien o para mal, la sociedad casi nos obliga a celebrar – siempre que tu credo religioso sea cercano al cristiano-.

 Sílvia Perez Cruz y Ravid Goldschmidt forman un dúo muy singular a voz y hang. Para quien no lo sepa, el hang es un instrumento creado en Suiza hace 10 años, que se inspira en el Steeldrum de Trinidad y Tobago. Su sonido es cercano a un xilófono pero su timbre es mucho más dulce y posee algunas diferencias más. Por ejemplo, el hang tiene 8 notas y es monotono. Podríamos describir la sonoridad de este instrumento como hipnótica y de una belleza difícil de catalogar. Siendo un poco burdo, se podría definir como un instrumento ideal para una sesión de Reiki.

 Abriendo el recital con la composición propia “Gitana primera”, el dueto nos dio muestras de ese intimismo casi místico que desprenden. La fusión de estos dos músicos crea un aura capaz de transportar al oyente a un plano más introspectivo, en el que los símbolos religiosos, la armonía de los movimientos de Ravid y la calidez de Sílvia cautivan como una sutil llama de fuego prendiendo en una chimenea.

 Una vez entrados en calor, Sílvia nos fue explicando cada una de sus historias en forma de canción, dotando de simpatía e inocencia a las introducciones de las piezas musicales. Se palpa la buena armonía personal que hay entre estos dos músicos, y el amor y la amistad que se tienen impregnó cada una de las piezas interpretadas. En un viaje que partió de aguas del Mediterráneo con la habanera “Vestida de nit” compuesta por los padres de Sílvia, hizo parada en el sur Ibérico con la canción de la película “Blancanieves” y llegó a aguas de Atlántico para regalarnos el precioso fado “Lágrima”.

 El recital cerró con una de esas mágicas paradojas, que dentro del contexto eclesiástico en el que nos encontrábamos se hizo mucho más especial. Rindieron un bonito homenaje a la vida y a la muerte, explícito a las mujeres que están a punto de parir -debido al estado de buena esperanza de la esposa de Ravid-, e implícito al padre de Sílvia, que la acompaña en el recuerdo en cada uno de sus conciertos desde la huella imborrable de su música.

 El público premió el espectáculo con una obligada ovación encabezada por el honorable Pasqual Maragall. A modo de anécdota, se sorteó una panera navideña compuesta por entrañables objetos de poco valor económico, pero de mucho simbólico. Unos cuantos CDs de los músicos y hasta un pan artesano hecho por el mismísimo Ravid fueron los premios que sirvieron de consuelo para los no premiamos en el sorteo del Gordo de Navidad. Por un instante, en ese pintoresco momento, Sílvia y Ravid me transportaron a esa Navidad de antaño, esa navidad con olor a pueblo y sabor a cava y polvorón. Así que solo me queda agradecerles ese bonito viaje, y como no, esperar a que el año que viene vuelvan a deleitarnos con lo que parece una cita casi obligada.

Texto: Alex Pérez Medina

Fotos: Tatiana Moret Ruz