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JENS LEKMAN: ¿POR QUÉ NO?

Jens Lekman: “I know what love isn’t” (2012)

[xrr rating=6.5/10]

 

Desde los países nórdicos nos llega ya desde hace tiempo un pop de factura clásica, exquisito, a veces falto de brío y de emoción pero formalmente irreprochable. Lekman se inscribe en esas coordenadas para bien y para mal. Y es que hasta el sentimentalismo se puede ver mediatizado por el frío de Suecia y debe ser difícil sobreponerse a las condiciones ambientales que han moldeado tu formación como persona, casi tanto como escribir una critica de un artista escandinavo y resistirse a usar este tópico…

 “I know what love isn’t” es el tercer álbum del sueco: diez canciones sobre las que planean la sombra de una ruptura sentimental aunque no llega a convertirse en un disco monográfico sobre el tema (¡gracias a Dios!) y se mueve bien entre lo sugerido y lo exhibido, entre la anécdota personal y la despersonalización del arte en la que todos/as nos podemos sentir reflejados.

 Musicalmente, Lekman se sitúa en un pop clásico de regusto ochentero: coros femeninos, arreglos de cuerda, fantástica voz de crooner, producción cristalina, piano cuando lo requiere la ocasión, sonido mainstream (Lekman es un músico indie en el sentido original de la etiqueta: por publicar en un sello independiente de Indiana, Secretly Canadian); salvando las distancias no está muy lejos de la revisión que hacia Destroyer de los new romantics en su disco Kaputt (con mucho más mordiente Dan Bejar que Jens Lekman, que quede claro).

Pero bueno, se le interroga al que hace de crítico, ¿me lo bajo o no? Pues sí, ¿por qué no? Si buscamos el acontecimiento único e irrepetible en la música, la aparición de uno de esos grandes grupos que hacen que se mueva la tierra bajo nuestros pies, nos vamos a aburrir mucho, así que, ¿por qué no escuchar a Jens Lekman? Además, nuestro cantante tiene madera de gran músico y temas solventes, solo le falta tiempo y encontrar su propia voz porque, para quien no lo sepa, tres discos no hacen una carrera, apenas un comienzo.

LOS PUNSETES: DIVERTIMENTO SERIO

Los Punsetes: “Una montaña es una montaña” (2012)

[xrr rating=7.2/10]

Son divertidas las polémicas que desatan Los Punsetes entre crítica y público. Insultos, ristras de comentarios radicales, “lo mejor del pop nacional”, “mediocres”, muestras de estupefacción, de incomprensión… El debate tiene su interés aunque más por lo que dice de la banda madrileña (y creo que la pelea viene dada por lo que dicen o, mejor, no dicen, sus letras que por su propuesta estrictamente musical) que por lo trascendental de las posiciones enfrentadas que, en síntesis, representan un purismo muy pagado de si mismo y el fenómeno fan en clave indie, que también existe, sí señor.

Como solo el tiempo es capaz de darnos la perspectiva adecuada para valorar la importancia o la significación real de un grupo y como no acabo de confiar demasiado en las dotes adivinatorias de Sandro Rey (“y tanto, faltaría más, el 55,015”), habrá que tomar partido aquí y ahora: a mi Los Punsetes me encantan. Más allá de intentar determinar si han nacido para redimir la escena indie estatal o tratan de tomarnos el pelo, me parece que tienen un sonido propio y un universo temático, en unas letras aparentemente sencillas, que se nutre a partes iguales de pesimismo, estoicismo y humor negro.

“Una montaña es una montaña” es un disco más robusto, más compacto que LP2 (2010). Quizás tenga mucho que ver en ello el cambio de productor: El Guincho sustituye a David Rodríguez, ex-Beef, y esto se traduce en una ganancia de homogeneidad y en una mayor concentración estilística. Las guitarras suenan aceradas, vertiginosas (‘John Cage’ es un buen ejemplo de ese exquisito gusto de Los Punsetes por las guitarras y sirve como muestra, en serio o cachondeándose. de su prédica de la renuncia al deseo como actitud vital), destacando por encima de la voz de Ariadna y el efecto que crean, en general, es seco, cortante, acentuando la filiación siniestro-punk de las canciones de Los Punsetes, como en ‘Los glaciares’. Pero es un error destacar tal o cual tema por encima del resto porque en este disco, como en ninguno de los dos anteriores, lo que prima es la unidad y la coherencia.

Se puede leer por ahí que este es un álbum de madurez. No estoy muy seguro de que la propuesta de Los Punsetes no estuviera “madura” desde el minuto cero y que ahora solo estén acentuando o cambiando el orden de los elementos que siempre han estado ahí. En disponer de una personalidad claramente definida y cerrada reside su mayor logro y su mayor riesgo. Pero ahora, para l’Ampli está claro: compren, son caballo ganador.

THE WALKMEN: SI NO LOS AMAS YA, LO HARÁS

The Walkmen “Heaven”(2012)

[xrr rating=8.2/10]

La verdad es que una vez te dicen “tú vas a hacer la crítica del nuevo disco de The Walkmen” te animas. Entonces lo escuchas y comienzas a tener un problema: el disco es muy bueno, pero realmente hay que ponérselo y vivirlo para poder entender la sensación de placidez que transmite. O sea, difícil tarea.

Todo el álbum se puede describir como “soleado” o “luminoso” y comenzar a decir que los tipos al fin son felices a pesar de lo problemas y demás. Pero, de verdad, todo se queda corto ante lo que transmite el disco. Comienza con una guitarra acústica en la creciente “We can´t be beat” y eso ya es un cambio. Ya dejaron la electricidad descarnada a las alturas de You &Me (2008) pero a tanto no llegaban. Continúan con un sonido clásico y bastante claro, pero con más brío que en el anterior Lisbon (2010). Y esta dinámica genera, por ejemplo, tres canciones para no olvidar: “Love is luck”, la tremenda “Heartbreaker” con ese intermedio fantástico, y, especialmente, una canción que tranquilamente puede ser uno de los singles del año, “Heaven”. Por en medio nos encontramos con canciones escritas para la hija del cantante de la banda, Hamilton Leithauser, “Song for Leigh” o “The witch” con ese órgano que amplía la canción, la épica de “Nightingales”, y la energía de “The love you love”. Todo ello para llevarnos al relajado final de “No one ever sleeps” y “Dreamboat”.

En el disco están los Walkmen de siempre, pero son otros. No parecen tristes ni cabreados. Los chicos de Leithauser (que voz tiene este hombre, de verdad) están contentos, son padres, disfrutan con lo que hacen y nosotros sólo podemos agradecerles que su tendencia al clasicismo esté dando frutos cada vez mejores. Porque si haces algo muy bien no hace falta que te dediques a inventar. Y, en parte, eso también es madurar ¿no?

Bueno, la crítica está casi acabada y a pesar de las descripciones que se hagan o se insinúen o las imágenes que el modesto escriba trate de avocar, este es un disco que hay que escuchar, que hay que vivir, y disfrutar de la sonrisa que te pone en la cara.

Texto: Víctor M. Paredes

ELIANE ELIAS. DESATANDO NUDOS

[xrr rating=8.5/10]

“La bossa nova puede atarte demasiado”, explicaba la artista brasileña en una entrevista a los medios. Y es que en éste, su último trabajo, la vocalista-pianista de Sao Paulo intenta desatar muchos de los nudos que la han acompañado a lo largo de su carrera. Lazos que la han hecho crecer como artista, para erigirse como uno de los estandartes de la escena jazzística internacional.

 A modo de cuarteto, Eliane presenta ‘Light My Fire’ como una oda a la elegancia. Su voz no necesita de grandes recursos técnicos ni rango vocal para contarnos con absoluta solvencia cada una de las 12 historias que conforman el disco. Eliane acaricia con su voz cada una de las notas que vocaliza, embriagando el espacio musical de una sensación melancólica pero esperanzadora, elegante pero vitalista. Puede que no sea nada que no supiéramos, pero en esta ocasión hay una gran diferencia. Eliane marca distancia con el jazz mas ortodoxo de anteriores trabajos, como ‘Something for you’ – valiente homenaje a Bill Evans – , para acercarse a la música pop brasilera e internacional.

 El exquisito cuarteto, conjunción de experiencia y juventud, da forma a excelentes arreglos con pasmosa elocuencia. Marc Jonshon al contrabajo saca a relucir sus galones para crear una perfecta transición de la base rítmica de Rafael Barata, con la armonía del piano y la guitarra de Eliane y Rubens de LaCorte. Como resultado, tenemos un sonido elegante y sólido, que recuerda al impecable engranaje de un reloj suizo.

 Clásicos como ‘Rosa Morena’ o ‘Isto Aqui O Que É’ se empapan de la personalidad que Eliane les imprime. Composiciones que respiran y reviven bajo las improvisaciones a piano de la diva de Sao Paulo. Y es que el piano de Eliane emociona con cada una de las energéticas y vitalistas frases que interpreta. Parece que la madurez de la Paulista le otorga una contención y criterio que quizás, y solo quizás, en algún que otro de sus anteriores trabajos cojeaba. Eliane también se atreve con clásicos del pop como ‘Light My fire’ de The Doors, o ‘My Cherie amour’ de Wonder, sin llegar a calar tanto como en su parcela brasilera, pero sí dándole un sano toque heterodoxo a la sonoridad del álbum.

 Y si algún ingrediente le faltaba a esta sabrosa ensalada, es el de la voz del maestro Gilberto Gil, que colabora en tres canciones imprimiendo la alegría y magia brasilera que siempre atesora. La colaboración del mítico compositor y cantante de Salvador de Bahía no hace mas que redondear un disco que ya de por sí es una obra muy completa. Disco muy apetecible de degustar a fuego lento y de forma relajada, como se degusta un buen Oporto al atardecer en cualquier bonita playa, con la música de Eliane Elias sonando de fondo, cómo no…

Texto: Alex Pérez Medina

JOAN COLOMO: BENDITA LOCURA

Joan Colomo “Producto interior bruto Vol. 2”(2012)

[xrr rating=6.5/10]

La verdad es que si uno lo piensa la escena musical catalana no deja de tener candidatos a sorprendernos de forma positiva e incluso dejarnos momentos francamente buenos. Y este es el caso de Joan Colomo, esa especie de trovador moderno de un mundo que es el de todos pero que parece que sólo conozca él.

Tras financiarse en parte mediante el sistema de micro aportaciones, aquí tenemos el segundo volumen de las crónicas de la mente de Colomo. Canta tanto en catalán y en castellano, y la verdad es que cuando lo hace en la primera parece ciertamente poseído por el deje de voz de un joven Albert Pla. Pero no estamos ante un imitador del excéntrico cantautor, estamos ante un músico con voz propia. Desde la música pop nos adentramos en nanas infantiles como ‘El fong i el llangardaix’ que, por cierto, tiene un inicio de coros bíblicos para recordar. Nos lleva también por pop de bajo prominente y arreglos de cuerda en ‘De luz y de color’, para cantarle luego al típico árbol de cementerio en ‘El xiprer’ en un tema íntimo y delicado, y después estalla la verbena technicolor de ‘Ebri’. En definitiva, que Colomo no nos deja acomodarnos en ningún momento durante el disco, llevándonos de un sitio a otro y mostrándonos las diferentes caras que tiene, con joyas como ‘Producto interior bruto’, la canción.

Pero por otro lado hay canciones un tanto cansinas, como la chistosamente titulada ‘Ya ves, Andrés’ o ‘Perdut’. Y se acaba teniendo la sensación de cierta dispersión durante la escucha del álbum que quizás habrá que ir corrigiendo en los próximos discos, ya que esperamos que saque más. ¿Por qué? Porque su lírica curiosa, los hallazgos descriptivos y canciones como esa aportación político social (a su manera) que es ‘Els destil·lats i la constitució. Segona Part’ te dejan con ganas de saber más cosas de Joan Colomo.

 Texto: Víctor M. Paredes

DAVID LYNCH: TAN OSCURO EN LA MÚSICA COMO EN EL CINE

David Lynch – Crazy Clown Time (2011)

[xrr rating=7.5/10]

Películas como ‘Eraserhead’, ‘Lost highway’ o ‘Mulholland Drive’ muestran la fascinación por lo insano, ilógico y extremo. Ese es el cine limítrofe de David Lynch donde nada queda al azar; todo elemento cobra significado siendo la música un potente protagonista. Jazz desolador, estridente, industrial, voces angelicales o perturbadoras disonancias escoltan las escenas del maestro de Montana.

En un paréntesis cinematográfico y tras muchas piezas propias incluidas en sus películas, Lynch ha decidido por fin decir la suya en la industria sonora haciendo honor a su reputación de intelectual multidisciplinar. Un debut musical que responde a una exacerbada inquietud creativa y que nace bajo su sombra.

Es complicado afrontar cualquier obra de David Lynch si no eres amante de lo extraño; ‘Crazy Clown Time’ (2011) es genialidad y rareza a partes iguales como cabría esperar del creador de algunas de las imágenes más turbadoras del cine y la televisión. La luz brilla por su ausencia y la mayor parte de los 14 temas que componen el disco parecen un viaje a la oscura mente disociada del Fred Madison de turno.

Si bien el propio Lynch ha preferido hacer casi todo el trabajo vocal del disco, distorsionándose a sí mismo hasta límites insospechados, Crazy Clown Time arranca de la mano de Karen O, vocalista de Yeah Yeah Yeahs, convirtiéndose ya la primera canción en toda una declaración de intenciones: un lenguaje retorcido, dantesco y arcano donde lo excéntrico, lo inquietante y lo misterioso se conjuga para sobrepasar las capacidades del espectador.

Se adivina una crítica a la coyuntura actual, la pobreza cultural, la falta de ambición y cierta nostalgia por tiempos mejores. Una especie de extensión de su universo fílmico en el que cada tema transmite unas sensaciones que componen su propia película, y donde cualquier fan podrá citar casi de forma automática la hipnótica serie Twin Peaks al escuchar ‘These are my friends’, la atmósfera esperpéntica de Blue velvet en ‘The night bell with lightning’ o una encendida discusión entre Sailor y Lula en ‘Football game’.

El sonido Lynch viene a ser un homenaje a amigos y colaboradores, de Bowie a Byrne, de Adamson a Moby, con especial mención al Badalamenti de los momentos desquiciados. Todo ello junto a la electrónica más oscura de los ochenta, algunas bases de trip-hop, unos toques de rock transgresivo y el fluir por una carretera tenebrosa. Toda esa amalgama evoca una banda sonora huérfana y es que, como sus films, no se trata de música para el gran público. El imaginario personal del poliédrico artista norteamericano resulta tan retorcido y visionario que el oyente corre el riesgo de perderse en un trayecto con múltiples desvíos. Sea cual sea el destino final, aplaudimos ese imperioso deseo de transgredir y su osadía al presentar su Inland Empire sonora particular.

Texto: Marc Batalla


RICHARD HAWLEY SUBE LA GANANCIA DEL AMPLI

[xrr rating=6.5/10]

Hay artistas que tienen licencia libre para crear. Músicos que son capaces de dar un golpe de timón a la tónica habitual de sus trabajos, para adentrarse en parajes artísticos inexplorados. Lejos de la sonoridad orquestada de sus anteriores grabaciones, Richard Hawley nos presenta su nuevo álbum ‘Standing at the Sky’s Edge’ como un trabajo sincero, crudo y que por momentos roza lo explícito. El británico aparca su habitual faceta de gentlemen para subir la ganancia de su amplificador y aferrarse al mástil de su Grestch.

Con ‘She brings the Sunlight’ se abre camino de forma implacable. Tras una introducción melódica guiada por un sitar, la banda da paso a un sonido compacto de guitarras distorsionadas y reverberadas al límite. Atmósferas apocalíticas, en las que la lenta cadencia y profundidad vocal de Hawley pueden dejar al seguidor habitual del artista cerca del estado de shock. Y es que después de la soberbia incursión intimista de su anterior trabajo ‘Truelove’s Glutter’, pocos podían imaginar un viraje casi bipolar hacia terrenos tan estridentes.

Después de una digestión pesada de su primer corte, con ‘Standing at the Sky’s Edge’ Hawley nos muestra una faceta cercana al blues más primitivo, evocando al Johnny Cash que versionaba clásicos de pop. Richard olvida sus complejos y concibe un sonido más primario, sin perder su innata capacidad para crear ambientaciones hipnóticas. Tanto en ‘Time Will Bring You Winter’ y ‘Down in The Woods’ la banda mantiene el pulso sonoro inicial; la intensidad y las distorsiones oscurecen el sonido y se adueñan de él. Esta característica, que eclipsa el timbre de voz de Hawley, me hace añorar trabajos anteriores en los que el peso y el protagonismo musical recaían en la elegante y melancólica voz del británico.

Pero si hay algún término que puede definir su última entrega, es la palabra bipolar. Con ‘Seek it’ y ‘Don’t stare at the sun’ el Hawley más atmosférico retorna. Haciendo un uso magistral de melodías intensas pero cristalinas, consigue dar una pequeña dosis de metadona musical, con pasajes muy cercanos al etéreo ‘Remorse Code’ de su trabajo anterior. El sonido acústico y preciosista vuelve a partir de este punto, para solo volver a desempolvar los altavoces de sus amplificadores en ‘Leave Your Body Behind You’ o ‘Before’, donde Hawley nos demuestra que no se ha olvidado de como se escribe una canción de amor.

Después de haber escuchado y digerido los nueve temas que integran este ‘Standing at the Sky’s Edge’, me quedo con la sensación de que Hawley ha reivindicado su alma más rockera y exacerbada para romper con su pasado más romántico. Desde su universo musical, reivindica una actitud más proactiva y menos victimista, y la pregunta que deja en el aire es si este es un camino casual o está abriendo una nueva vía sin retorno. Quién sabe, pero sea como fuere, en mi memoria siempre estará presente ese hombre solitario y melancólico paseando por la orilla de un río.

Texto: Alex Pérez

 

SPIRITUALIZED: CONSTRUYENDO EL PRESENTE DESDE EL PASADO

Spiritualized: Sweet heart, sweet light (2012)

[xrr rating=7/10]

Jason Pierce es un superviviente. No solo sobrevivió en el 2005 a una doble neumonía que lo tuvo ingresado en la UCI al borde de la muerte sino que, y lo que es más importante para el caso, sobrevivió también a la disolución de Spacemen 3, grupo imprescindible de los 80, aunque las etiquetas se revelan inútiles para encasillar a un artefacto sonoro capaz de deglutir cualquier género del rock y devolverlo marcado a fuego con su propia identidad musical.

Y sobrevivir a Spacemen 3 significa que la propuesta de Spiritualized no es un asunto menor ni anecdótico. Si Ladies and gentlemen we are floating in space (1997) fue un acontecimiento único y difícilmente repetible (todos/as lo sabíamos), los siguientes lanzamientos de Pierce y Cía. mantienen el tipo con notable dignidad, avanzando hacia un rock’n’roll de tintes soul, atemperado por medios tiempos atravesados, de vez en cuando, por arrebatos de electricidad excitantes y nostálgicos.

Sweet heart, sweet light es el encuentro, en clave Spiritualized, entre los Rolling Stones y Primal Scream (en su papel de imitadores de medio pelo de Jagger y Richards). Pero en Pierce no hay atisbo de revival ni copia, sino de construcción de un discurso musical propio partiendo de lo ya superado. “Sweet Jane”, una de las cumbres del disco, remite a The Velvet Underground y deja ganas de seguir avanzando; “Little girl” levanta el pie del acelerador y retoma cuerdas y coros de discos anteriores; “Get what you deserve” se baña en distorsiones oleosas marca de la casa en un tema que presagia una apoteosis que no llega; “Too late” se estructura como un himno sostenido magníficamente entre la épica y el exceso; “Heading for the top now” es la “Electricity” de Sweet light… y la comparación nos enseña que, primero, Pierce está en otro momento musical y, segundo, que a veces es mejor no comparar. A partir de “Freedom” el disco pierde algo de fuelle pero aun y así este último tramo del disco se escucha con placer porque Spiritualized tienen tablas y solvencia para defender hasta sus momentos menos inspirados.

Así, no dejen de escuchar a Spiritualized, la demostración de que Jason Pierce sigue engrandeciendo su propia leyenda musical. Porque hay coherencia y deseos de seguir tocando rock’nroll en la evolución del ingles desde Spacemen 3 al Ladies and gentlemen… hasta llegar a este Sweet heart, sweet light. Y la innovación y el riesgo que queden para los jovenzuelos ambiciosos…

MARK LANEGAN BAND: ES LO QUE TIENE HACERSE MAYOR

Mark Lanegan Band “Blues Funeral” (2012)

[xrr rating=7/10]

Pues eso mismo, este es un disco de alguien que tuvo un grupo de juventud, ¿se acuerdan de los ya lejanos Screaming Trees en medio de la marea de Seattle?, y que posteriormente ha iniciado una carrera en solitario, amén de miles de colaboraciones. De estas piensen en Soulsavers, Isobel Campbell o Greg Dulli en The Gutter Twins. Y claro, al final algo aprendes de todo ello y muchas cosas se te van pegando de los demás. Este camino si quieren le llaman madurez, pero también podrían llamarle aprendizaje, refinamiento, abandono de lo superfluo o como quieran. Por cierto, como resultado a veces se mejora y a veces no.

Esta es una de las veces en las que este proceso es positivo. Con un estilo reconocible tras el ya lejano “Bubblegum” Mark Lanegan se presenta con un muy buen disco en el que su blues personal se mezcla con texturas electrónicas, sorprendiendo el nuevo uso de los teclados y algunos ritmos del disco. La sorpresa superlativa es “Ode to sad disco”, una canción electro, homenaje al tecnopop de los ochenta. Así, como lo están leyendo.

La sonoridad del álbum viene marcada por la profunda voz de Lanegan, que desgrana sus historias de religión, miedo y muerte. Su narrativa y tono tiene muchos puntos en común con Nick Cave, aunque el uso de los elementos comunes es muy distinto. En este disco vemos la mezcla de los anteriormente citados teclados y elementos cercanos al techno con trallazos rock como “Quiver Syndrome”, una de las estrellas del disco y que contiene unos fantásticos coros stonianos. También, por supuesto, nos topamos con ese blues marca Lanegan: soberbia “Bleeding Muddy Water” o “Phantasmagoria Blues”. Durante todo el disco llama la atención la maestría con las que se domina el terreno y se unen a las perlas antes citadas otras como la más pop “Harborview Hospital” o la balada “Deep Black Vanishing Train”.

Sí, un buen disco, algo lastrado por algunas composiciones que no acaban de brillar al nivel que las demás (no las citaremos aquí para que todos vosotros podáis descubrirlas y debatir sobre ello, que es algo que siempre está bien y añade libertad al asunto). Y ese quizás es el mejor resumen, que la madurez nos lleva a refinarnos y mejorar, pero que no es oro todo lo que reluce. Y es una pena porque lo que reluce en este disco es de muchos quilates.

Texto: Víctor M. Paredes

BOWERBIRDS:PROVA SUPERADA AMB LLUM

Bowerbirds “The Clearing” (2012)

[xrr rating=8.2/10]

Després de l’excel·lent “Hymns for a dark horse” (2007) i el notable “Upper Air” (2009) els Bowerbirds tenien davant seu diversos reptes, tots ells molt difícils. D’una banda, mantenir l’altíssim nivell demostrat fins el moment. D’altra banda, ser capaços de no repetir-se i evolucionar de manera coherent la seva música. I per últim treure un disc que suposés un bon desenllaç a un any molt difícil per qüestions personals. Els reptes han estat tots superats amb “The Clearing”.

Del weird folk del seu disc de debut que tant va impressionar, i que recollia les influències de Devendra Banhart o de la mateixa Joanna Newsom, hem passat a un estil que ja no té aquella inocència dels inicis. La puresa d’aquelles cançons passa aquí a un conjunt de temes que, sense renunciar a aquesta base weird, els trobem molt més instrumentats i elaborats, menys purs, i que s’apropen a un pop de cambra, amb una influència evident de Bon Iver (no en va la producció del disc ha anat a càrrec de Brien Joseph, productor de Bon Iver, en el mateix estudi de Winsconsin que utilitza aquell).

En alguns temes reconeixem encara l’estil d’aquell “Hymns for a dark horse” (sobretot pels suaus girs de la veu de Philip Moore), com per exemple en les meravelloses “Walk the Furrows”, o “Sweet moment”, temes que sense tenir aquest segell tant marcat nu-folk de la banda, encara reconeixem en ells quelcom dels seus inicis.

Però una evolució musical molt clara es troba en temes com “In the Yard” (més pop), “Stith the helm”o “This Year”, que demostren molta més ambició, i que com hem comentat mesclen el weird folk amb uns sons més propers un pop de cambra.  Trobem cordes, teclats acordions, o àdhuc ritmes propers a una incipient electrònica (“Brave World”). Diferents sons en una producció més complexa i elaborada. Amb tot el resultat segueix sent preciós,  i “Bowerbirds” continuen així a un nivell elevadíssim.

En quant a la temàtica del disc, cal saber que el nucli dur de la banda està format per Beth Macular i Philip Moore, que són parella en la vida real. Durant la gira del darrer disc, l’estrès, l’acumulació de feina, va suposar la separació temporal de la parella. Després d’un interval tornen junts i preparen l’elaboració del nou disc. En aquells moments Bet Macular es posa greument malalta, passant uns dies en que es tem per la seva vida. La temàtica de les lletres del disc reflexen aquest esforç per superar greus dificultats. “The Clearing” parla de la lluita en situacions difícils, de la capacitat d’apreciar petites coses, i del triomf de la llum sobre la foscor. Això queda clar en temes com l’inicial “ Tuck the darkness in” -el tema del disc-, o explícitament, en la preciosa “Overcome with light”, que diu literalment “Yes we had some hard work but now it’s right/overcome with light”. Doncs això, tal com diuen ells mateixos, prova superada amb llum.

Text: Albert Gasch