VINyLSPàgina 2

GULP: Sensualitat retro

Season Sun (2014)
[xrr rating=7.5/10]
Ajusteu seients, cordeu-vos el cinturó, comproveu els retrovisors, clau al contacte… Llestos per arrencar!  La banda sonora de la nostra road movie la posen els Gulp, formació britànica que compta amb en Guto Pryce dels Super Furry Animals a les seves files.

 

En Guto cedeix protagonisme davant la cantant i teclista escocesa (i dona del mateix) Lindsey Leven. Ella és qui confereix a la música dels Gulp el toc més psicodèlic, una veu suau i envoltant que neda sobre les parsimonioses notes d’un sintetitzador de reminiscències 70’s.

 

L’àlbum té el seu primer senzill a la pista número 7 i porta per nom “Play”. Tema preciós que malgrat això no passa de ser un més, doncs podríem dir que Season Sun és un viatge de cadència i ritme relaxat on les peces composen un tot, una travessa per paratges naturals, pobles i ciutats on l’estrès no té cabuda. Everything seria la nostra cançó preferida, per allò d’escoltar el matrimoni Leven-Pryce cantant a duo.

 

De totes maneres creiem que la suma de temes conformen un global més que notable, sensual i captivador.

THE FALL: ESPERANDO AL RESURGIMIENTO (AÚN)

[xrr rating=5.7/10]

“Re-Mit” (2013)

Tendremos que empezar diciendo que, a pesar de los últimos patinazos del grupo, léase “Ersatz G.B.”, el que escribe sigue teniendo fe en que The Fall aún pueden volver a presentar discos realmente como aquellos ya lejanos “Levitate” o “The Marshall suite” de finales de los 90. Parece que este nuevo siglo no les está sentando tan bien, aunque hay excepciones, como “Reformation Post T.L.C.”. Pero, la verdad, es que este “Re-Mit” no va a ser el que nos devuelve a la mejor versión de la banda.

De inicio tenemos un instrumental rockabilly que nos anima con un buen inicio, de ahí pasamos al himno cervecero de “Sir William Wray” que continúa en una línea positiva. Pero de ahí llegamos a ese tipo de temas espesos y poco apetecibles en los que tiende a perderse el grupo en los últimos tiempos: “Kinder of spine”. Y de ahí sigue una amalgama de canciones aburridas, junto con los juegos sonoros marca de la casa, mediante diferentes grabaciones y los exabruptos vocales de Mark E. Smith.

La segunda parte del disco se inicia con un tema que vuelve con la rutina rockabilly que se ha instalado en esta última formación de The Fall y que ya va por su tercer disco, lo cual para un combo como este ya es mucho. Lo que sucede es que dentro de los miles de discos de The Fall esta no es la alineación que mejor acompaña y arropa al señor Smith. A pesar de ello, parece que a este último se le ve en forma y con ganas de seguir haciendo discos. Señal de ello es lo en forma que se le ve en unas de las mejores canciones del álbum: “Victrola Time”, una especie de techno-rock con grititos en falsete provenientes del incansable Smith, y “Jetplane”. Además, se acuerda del señor James Murphy en “Irish”, y no precisamente de forma positiva.

A pesar de la respuesta pauloviana de goce que nos provoca a los fans de The Fall la voz de Smith, no se puede negar que no es ni su trabajo más inspirado ni que se abusa del tópico rockabilly de los últimos años. Ojala que sigan la línea de la última canción “Loadstones” más guiada por el teclado de Eleni Poulou y con mayor interés sonoro que la mitad del álbum.

Si se han fijado, casi se puede decir que de unas 12 canciones se destacan 4. Así uno no puede seguir siendo fan incondicional. Lo mejor de todo es que se diga lo que se diga, a Mark E. Smith no le importa lo que piense y a mi tampoco lo que él piense de esta crítica. Eso es The Fall.

 Texto: Víctor M. Paredes

VAMPIRE WEEKEND: CONSOLIDÁNDOSE ENTRE LOS GRANDES

[xrr rating=9/10]

“Modern vampires of the city” (2013)

Y llegó el tercer disco de Vampire Weekend y ya se puede decir: estos tipo son grandes. Por fin, se acaban de sacudir la etiqueta de chavales pijos de New York para convertirse en el grupo de referencia que se adivinaba desde su primer álbum, hace sólo 5 años. Quizás se puede echar de menos su querencia hacia los ritmos saltarines, pero han ganado en profundidad emocional.

Una de las claves del disco, seguramente sea la mayor coordinación entre los dos supuestos líderes del grupo, Ezra Koenig y Rostam Batmanglij (el gurú del sonido). Te podrán gustar más o menos, ya que siempre ha habido división respecto al grupo, pero hay que reconocer que sus composiciones son fuera de lo común. Pero, como decíamos, la coordinación entre Koenig y Batmanglij se percibe en el ajuste asombroso entre música y voz a lo largo del disco, incluso convirtiendo la segunda en un instrumento más, modificándola o a través de la inclusión en el fondo sonoro de unos coros femeninos a lo largo del disco y que dan casi la sensación de una misa clásica. Y esto de misa ¿Quiere decir que se han vuelto unos pesados pretenciosos? Pues no, resulta que equilibran cierto clasicismo con los temas más rápidos y bailables de otras ocasiones, pero con un enfoque diferente tanto en el sonido como en la producción y una preocupación hacia otros temas, como puede ser la muerte y el paso del tiempo.

Nos ofrecen temas que tienen un tempo habitual en ellos y que nos dan una versión diferente sobre cómo pueden hacer sus propias canciones, como pueden ser “Unbelievers” o la ecelerada “Diane Young”. Pero mezclan estos temas con otros más lentos, oscuros, como pueden ser una de las cimas del disco: “Hudson”. Por en medio, nos ofrecen melodías como la de “Everlasting arms”, los toques de sampler de “Obvious bicycle”, “Don´t lie” o “Step”. Y todo acaba con el clasicismo de “Young lion”.

Este es un disco que crece con las escuchas, que nos permite ver la cantidad de recursos que tienen: clavicémbalo, piano, sampler, arreglos de cuerda, coros, y demás (por cierto, que las guitarras quedan cada vez más arrinconadas). Sólo nos queda, tras maravillarnos de su evolución, disfrutar de las melodías, ritmos y demás de este álbum. Porque ellos ya han hecho su parte, ahora nos toca a nosotros el reconocerles el trabajo, el esfuerzo, y el resultado de su actual evolución hacia una voz definitivamente propia.

Texto: Víctor M. Paredes

ÉL MATÓ A UN POLICÍA MOTORIZADO: MÁS VALE TARDE QUE NUNCA

[xrr rating=6/10]

“La dinastía Scorpio” (2012)

Pues como reza el título, el asunto es que en estos lares hemos podido descubrir a este grupo argentino, concretamente de La Plata. Y más que nada porque este disco es del año pasado, pero se ha publicado aquí con bastante retraso. Pero por lo menos sirve para iluminar la muy poco conocida escena independiente del país sudamericano.

Lo primero que hay que decir es que unos tipos que se hacen llamar Santiago Motorizado, Doctora Muerte, Pantro Puto, Niño Elefante y Chatrán Chatrán, por lo menos sentido del humor tienen. Pero más allá de eso también tienen un sentido melódico apreciable. Músicalmente se podría decir que son un grupo de noise pop con una gran predilección por adornar sus temas con teclados. En general sus temas son disfrutables, especialmente cuando se escoran hacia canciones más energéticas y de melodías altamente pegajosas a las neuronas, como es el caso de “Mujeres bellas y fuertes”, “Yoni B” y “La cara en el asfalto”. Sus otras caras, tirando igualmente de teclados notables, tiran de melancolía, tonos algo más atmosféricos. El pero podría ser que abusan algo de los medios tiempos cuando destacan, como ya se ha dicho en temas más “trotones”. Aunque también sepan construir los temas poco a poco, como es el caso de la canción que cierra el álbum, “El fuego que hemos construido”.

La verdad es que es un buen aperitivo que invita tanto a escuchar sus próximas entregas, como a sumergirse en la escena argentina. Y si no, seguimos teniendo este agradable pasatiempo.

Texto: Víctor M. Paredes

THE MEN:…Y SE HIZO EL ROCK

[xrr rating=6.6/10]

“New Moon” (2013)

Vuelven The Men a la palestra y, para no cambiar la costumbre toca hablar de un nuevo giro en su rápida evolución sonora. A estos chicos parece gustarles poco el quedarse en un mismo sitio y siguen de viaje por el territorio rock. Pero si en su anterior “Open your heart” se dedicaban a explorar diferentes vertientes del mismo, desde el country hasta el krautrock, ahora su campo de acción se ha reducido a las diferentes vertientes de un rock más anclado en los setenta.

Mark Perro y compañía nos entregan un nuevo lote de canciones que descoloca por el nuevo cambio de sonido. Su base de operaciones más clásicamente rock hasta ahora les muestra tocando armónicas, órganos, piano, y lap-steel. De hecho, la primera canción que nos encontramos es la convenientemente llamada “Open the door”, que nos recibe en tono acústico y en clave country. Quizás el hecho de haber grabado el disco en una cabaña en las montañas tenga algo que ver en el tono del disco, como en el sonido destartalado de “The seeds”, o en el instrumental “High and lonesome”. De todas formas, aún les va lo de desmelenarse y demostrar que son buenos e intensos guitarristas. Por ejemplo, “Electric” es uno de esos temas que te pasa por encima. Un salvajada que empieza con el machete en la boca y no hace prisioneros. Y se encuentra entre “The brass” y “I see no one”, otros temas a piñón fijo, con un bajo potente que lidera el tema. Pero estas chispas de, dijéramos, espíritu punk se diluyen dentro del clasicismo de “Without a face”, el órgano y los coros de “Bird Song”, o el rock al estilo Crazy Horse de “I saw her face”. Y, para acabar, una especie de bacanal guitarrera de más de siete minutos en la que intentan acumular solos y riffs a la vez que se muestran más setenteros que nunca en la desafortunadamente llamada “Supermoon”.

Por todo ello, nos encontramos con un disco más que aceptable, con momentos disfrutables, pero que aleja a los The Men que conocíamos hasta ahora y nos trae a una banda que parece sentirse a gusto en el tradicionalismo rock. De todas formas, siendo ellos, habrá que esperar al próximo álbum a ver por dónde andan en su viaje particular.

Texto: Víctor M. Paredes

LOW: EL TRUCO DE SACAR ORO DE LA NADA

[xrr rating=7/10]

“The invisible way” (2013)

Lo que llevan haciendo Low desde hace más de una década consiste en, como reza el título, conseguir transmitir de una manera asombrosa una serie de emociones a partir de una serie de elementos que uno está tentado de considerar casi inexistentes. Es un truco considerable si hablamos de un sub-género como es el slowcore, limitado en una estética bella pero rígida. Y además, el asunto tiene más miga si pensamos en que parecen haber explorado todas las posibilidades habidas y por haber de la música que casi no existe. El silencio, la calma, el gesto medido pero justo, han sido sus armas y, como no, lo siguen siendo en esta ocasión.

Se abre el disco con una canción, “Plastic cup”, que es típica suya, lo cual nos sitúa muy rápido pero deja un gusto a ya conocido y ya escuchado. Pero según se va avanzando en la escucha, se observa que hay más tendencia hacia lo acústico que en otros discos anteriores. Continúan las voces cristalinas y los ritmos tristes, pero dentro de un ámbito abierto y directo, claro, que los hace sonar muy cercanos e intensos, a pesar de algunos momentos que suenen ligeramente a rutina, como “Four score”. En esta ocasión, por cierto, el productor estrella es Jeff Tweedy, de Wilco.

Se ha de tener en cuenta la mayor presencia en la composición y las voces de Mini Parker en relación a otros discos. Y su batería básica, primal y oscura es una de las claves del disco, como se puede apreciar en el final marcial de “Clarence White”, una canción, por lo demás justita. Pero vayamos a los puntos fuertes: el temazo con deje pop que es “Just make it stop”, con su sensibilidad a flor de piel; el ligero crescendo de “So blue”, con ese piano empujando el tema, o el final acertado de “To our knees”.

El momento pesado de la repetición plomiza de “On my own” se les perdona por ser ellos y porque nos siguen ofreciendo gemas que escucharemos dentro de unos añitos. Quizás se les empiezan a notar las arrugas pero siguen sonando como una banda con ganas, que acepta seguir avanzando y no acomodarse demasiado, manteniendo tanto el encanto de sus juegos de voces como la amenaza que se intuye tras sus temas. Y eso ya es mucho.

Texto: Víctor M. Paredes

CHELSEA LIGHT MOVING: LA DIFICULTAD DE VOLVER A EMPEZAR

[xrr rating=6.2/10]

“Chelsea Light Moving” (2013)

Chelsea Light Moving es la nueva banda de Thurston Moore tras la “suspensión de actividad” de Sonic Youth. El año pasado ya iniciaron su andadura, dando conciertos y publicando algunos singles. Y ahora nos llega su primer larga duración, mostrando a un Moore que se ha rodeado de unos buenos instrumentistas para dar rienda suelta a su lado más rock, ahora que la banda madre ha desaparecido. Parece que su aspecto más árido necesitaba un vehículo diferente al de sus discos en solitario. Es curioso, por ello, que la paleta sonora vuelva a unos referentes que se percibían en los inicios de Sonic Youth pero que hacía tiempo que no se apreciaban en dicha banda. Por supuesto, son el punk y el hardcore, así como unos toques de metal bastante importantes a lo largo del disco. Y otro aspecto destacable es el de la querencia intelectual de Moore por la poesía beatnik (“Burroughs”) o la propia vida cultural de New York, desde la canción “Frank O´Hara Hit” hasta el propio nombre de la banda, que parece ser que ha sido tomado de una compañía de mudanzas que formó Phillip Glass y que tuvo como empleado a Steve Reich.

Es un recorrido por momentos que revisitan el punk de inicios de los 80, como en “Lip” o en la versión de los Germs que cierra el disco (“Communist eyes”), sin mucho interés pero que proporcionan, digamos, interés. También hay momentos que parecen inspirarse en los primeros Nirvana y los Melvins en “Alighted”, una canción de estribillo pegadizo pero que quizás sufre de la extensión del desarrollo instrumental. Pero en todo el disco escuchamos bajos contundentes, y guitarras versátiles que tanto tiran hacia el metal como muestran su  dominio el arte del noise.

Aparte de la curiosidad que representa “Mohawk” gran parte de las canciones repiten un patrón ya canonizado por Sonic Youth, patente del propio Moore, pero que en esta ocasión llegan a cansar en la manera de alargar algunas canciones. De todas formas tienen momentos más que disfrutables en la ya citadas “Alighted”, “Burroughs”, y “Frank O¨Hara Hit”. Pero, siendo un primer disco, incluso para un hombre de 54 años, habrá que ver cómo evoluciona el sonido de una banda cuyo rasero viene marcado por la ausencia de otra.

Text: Víctor M. Paredes

ATOMS FOR PEACE: MOVIMIENTO GLACIAL

[xrr rating=6/10]

“AMOK” (2013)

Para aquellos que no lo sepan, Thom Yorke reclutó para algunos conciertos de 2009-10 en los que tocaba los temas del ya lejano “The Eraser” (2006) a una especie de supergrupo. En él estaban el productor Nigel Godrich, el bajista de Red Hot Chili Peppers Flea, el percusionista Mauro Refosco, y el batería Joey Waronker. Y es esta alineación la que, bajo el nombre de Atoms For Peace, se nos presenta ahora.

El disco se abre con “Before your very eyes”, un tema que se inspira en el afrobeat, usando su dinámica pero sin fuerza ni intensidad. Y esta es una idea que parece repetirse a los largo de toda la escucha: la de un gran entramado rítmico, una complejidad considerable de los temas, que no acaba ni de explotar en alguna dirección, ni tampoco aporta intensidad a la música. En este sentido, el álbum es profundamente extraño, frío, cerebral y casi se diría inhumano en su distancia. Acaba transmitiendo la idea de correr sin moverse del sitio o de que Yorke quiere deshacerse o algo así. Aunque, por supuesto, hay algunos momentos francamente remarcables, como la rítmica de “Unless”, con sus cambios y vestigios de intensidad. Igualmente llaman la atención “Judge, Jury and Executioner”, conducida por palmas (el elemento más humano del disco), y la canción quizás más tensa del lote, “Reverse Running”. Mención aparte para el segmento central de “Dropped”, que parece indicar que, junto con algunos temas de la última entrega de My Bloody Valentine, se da el pistoletazo de salida a la añoranza del drum´n´bass. Y, para cerrar, tenemos el tema titular, que acaba constituyendo un buen broche.

Lo malo de todo ello es que se acaban viendo posibilidades en las canciones, considerando que con mayor intensidad y fuerza en la ejecución, los temas brillarían mucho más. Y el hecho de que esto se haga bastante evidente y que nos tengamos que imaginar cómo sonarían las canciones en vivo, hace que uno pueda llegar a cansarse de tanta frialdad y aire arty por parte de Yorke y los suyos.

Text: Víctor M. Paredes

NICK CAVE & THE BAD SEEDS: CONTRA VIENTO Y MAREA

[xrr rating=7.7/10]

“Push the sky away” (2013)

El señor Nick Cave, porque se merece que le tratemos de usted a estas alturas, tras 30 años de carrera con la mejor banda de rock del planeta, sigue dándonos de qué hablar con un nuevo disco de un más que buen nivel. Más cerca de discos como “The boatman´s Call” y “No more shall we part” que del anterior “Dig!!! Lazarus Dig!!!” nos topamos con un disco que contempla el retorno de Barry Adamson a la vez que el adiós del importantísimo Mick Harvey. Y este adiós parece una de las claves del mismo, ya que ahora el hombre de confianza parece haber pasado a ser Warren Ellis, ese otro prodigioso multiinstrumentista barbudo que acompaña al señor Cave también en Grinderman.

El disco muestra una nueva paleta de sonido para los Bad Seeds. Están ahí pero se les oye diferentes, contenidos, etéreos. Intensos pero calmados. Es una sensación extraña escuchar algunos de los contrastes de este álbum. Por supuesto, al comentarlo, se ha de empezar por el pico absoluto del disco, “Jubilee Street”, una canción que crece sin parar, haciéndose cada vez más excelsa, sin importar que el tema de la misma sea el asesinato de una prostituta. Los demás temas destacados son “Higgs Boson Blues”, un blues sobre la recién descubierta “Partícula de Dios” que camina por una serie de imágenes brillantes, como suele pasar con el señor Cave, y que van desde la leyenda de Robert Johnson y el nacimiento de la “Música del diablo”, hasta Miley Cyrus flotando en una piscina. Y el tema titular, “Push the sky away”, con su aire de oración liderada por un fraseo de teclado maravilloso.

Entre las demás canciones nos encontramos momentos de storytelling como hacía tiempo que no se oían: “Water´s Edge” o “Finishing Jubilee Street”. Esta última, además, contrasta poderosamente con la anterioremente citada “Jubilee Street”. El bajo amenazante pero compensado por el piano y el violín en “We real cool”. Además, se observan muchas voces femeninas a lo largo del disco, así como violines, vibráfonos, piano y demás, que ayudan a generar una tensión menos evidente, más “flotante” y llena de emoción. Y los textos del señor Cave siguen manteniendo un gran nivel. De hecho, vamos a acabar explicando el título de esta crítica con la letra del tema titular,  canción que parece llamada a ser una declaración de intenciones del señor Cave, sólo para que todos nos enteremos: “”If you got everything/ And you don´t want no more/ You´ve got to just keep on pushing”. Y, atención, porque no se puede decir más: “And some people/ Say it´s just rock´n´roll/ Oh, but it gets to you/ Right down to your soul”.

Text: Víctor M. Paredes

MY BLOODY VALENTINE: LA EXPECTATIVA Y EL HECHO

[xrr rating=8/10]

“m b v” (2013)

Un hecho que no se pueda evitar al hablar de este disco es lo mucho que lo estábamos esperando. Hace más de 20 años que apareció “Loveless” en nuestras vidas. Y eso es mucho decir, porque es uno de esos discos que se queda ahí, acompañando el deambular vital. Muchas críticas se quedan ahí, pero justo en este punto empieza lo importante porque… ¿Quién no había imaginado cómo sonaría este disco? Es decir, el principal enemigo de este disco es el que cada uno teníamos en nuestra cabeza, generado a su vez por el modelo original: “Loveless”. La cosa no es que se quisiera otro igual, pero si uno era increíble en su momento, pues claro, habrá que imaginar cosas increíbles. Y nos olvidamos que romper la baraja una vez es difícil, romperla dos seguro que es demasiado.

Hay que decirlo, al escuchar el disco hay que afrontar la decepción de nuestra expectativa particular. No deslumbra, principalmente porque no lo busca y porque es un disco bastante oscuro, en algunos momentos hermético, pero ¿qué puedes esperar de Kevin Shields? Es el tipo que inventó una nueva manera de hacer ruido con una guitarra (y el estudio de grabación, dejemos de subestimar su capacidad como ingeniero de sonido), así que seguro que está acostumbrado a ir por caminos que no son esperados por los demás.

El disco en sí, el que ha acabado siendo de todos los posibles, es bueno, suena muy, pero que muy bien y contiene la marca de fábrica de My Bloody Valentine: guitarras líquidas que se retuercen, voces soterradas, etc. Pero vayamos al disco siguiendo las canciones: la inicial “She found now” se nos ofrece como una canción perfecta para días lluviosos, de hecho su sonido se podría definir como “lluvioso”, y llama la atención por lo planeadora que resulta. La siguiente, “Only tomorrow” seguramente es una de las mejores del disco, marca distancia con un sonido potente y más directo, así como mostrando un ritmo de batería poco habitual en el grupo, menos lineal que de costumbre. Pero se acaba haciendo un poco larga. De ahí llegamos a “Who sees you”. Como nunca se entienden las letras no se sabe quién mira, pero lo que sí se sabe es que te muestran el precioso ruido que saben hacer y lo únicos que son. Un gran ejercicio de estilo que entronca con “Loveless”. Entonces llega “Is this and yes” y nos sorprende por la ausencia de ruido, de hecho ni suenan guitarras, y decimos que es una innovación, que es nuevo. Pero no, es sorpresa en ellos, puesto que  canciones así hay muchas y esta puede resultar a veces intrigante a veces insulsa, y perdón por el epíteto. Pasamos a “If I am”, en la que destacan unos teclados con aire a Stereolab y un toque algo psicodélico. “New you” es otro ejemplo de nuevos aires para la banda, ya que tampoco hay asomo de ruido ni distorsión y despachan una canción pop de bella factura que, si quisieran, sería un buen single. A continuación, se abre la caja de las sorpresas con “In another way”, cuyo título describe bien el contenido: un ritmo que revitaliza su capacidad sónica, e interés por la aportación de la percusión al sonido global de la canción. Quizás, sea, en mi opinión, el tema del disco junto a la última del lote, “Wonder 2” donde impresionan con la aplicación de su sonido estilo “turbina de motor de avión” de una forma nueva. Entre estas dos canciones se encuentra el instrumental “Nothing is” del cual con el título está todo dicho.

Nos hemos encontrado con unos viejos amigos, unos que ya no creíamos en serio que nos volviéramos a encontrar, pero mira, ahí están. Igual consiguen sacar incluso más discos, no sé. De momento, su vuelta a los estudios de grabación nos deja un disco notable, aunque a cierta distancia de sus entregas precedentes.

 

Texto: Víctor M. Paredes