Joan Colomo en el Music Hall: cómo despegar con gracia y armonía

Hay conciertos que pueden cambiar la hostilidad de un día gris por algo mucho más sanador. A Joan Colomo, al igual que a esos potentes líquidos limpiadores, hay que dejarlo actuar. Es así como arranca la mugre poco a poco, sin casi darse uno cuenta, incluso cuando se espera poca sorpresa por haberle visto demasiadas veces. El City Hall de Barcelona se transformó en un escenario íntimo donde mecer con humor el primer volumen de su Producto Interior Bruto (Bcore Disc 2011).

Fue después de un esperado estreno, The Waterparties es el nuevo proyecto de Carlos Leoz (Carloto de Halfoot Outside, que es lo mismo, hoy miembro imprescindible de Me & The Bees). Quien suscribe no llegó a tiempo, pero pudo cazar frases flotando en el intermedio como: “lo que hacía era…. sí… ¿experimental?”, o “era raro, como es él, ¿qué esperabas?”. Breves apuntes sacados tras preguntar: estaba él y sólo él sobre el escenario. No cantaba, no, tocaba la batería. También la guitarra eléctrica, y disparaba samples pregrabados con su pedal. Los muchos que nos quedamos con las ganas de verle no pudimos más que lamentar la extra-puntualidad de la cita.

Así que apareció Joan Colomo, tocado por la gracia de un disco lanzadera, el segundo en solitario, que le está llevando por caminos insospechados. Nada más que hay que ver cómo se ha abierto su abanico de público; más, hay que decirlo, que estando al frente de La Célula Durmiente o de los legendarios Zeidún. Eso de ser apto para todos los gustos es un buen indicativo de que las cosas están cambiando, aunque en el directo hay otro termómetro aún más claro: el de la pasión que le echa la gente al cantar al dedillo un tema tras otro.

Colomo está viviendo ese privilegio porque sabe conectar sin ponerse ningún tipo de disfraz posmoderno. También porque su inventiva sobresale y seduce. Siempre ha sido un diestro maestro de ceremonias de andar por casa, y parte de su chispa reside en las risas que desata enlazando anécdotas entre canciones. Acompañado por Dani Ferrán (batería) y los Surfing Sirles Guille Caballero (teclados/coros) y Xavi García (bajo, también en Zeidún), el frió ambiente de los primeros toques se fue caldeando con perlas como El Malestar o Els Destil.lats i La Constitució.

Lo del otro día fue un regalo para oídos y mentes curiosas. El esqueleto musical de títulos como Hort Mort o Magic, sus poco corrientes armonías vocales almibaradas y ácidas (Guillem ahí pone un plus muy grande), el paso inadvertido del castellano al catalán y viceversa, o la manera en que teatraliza las letras como un Albert Pla atrapado en lo mejor del pop de los sesenta, atraen la atención del oyente como un circo de emociones sobre el trapecio.

En ocasiones, Colomo ha podido pecar de no dejar disfrutar de sus canciones al completo con tanto salto frenético entre desplantes dicharacheros, coñas marineras e innumerables versiones macarras sacadas de la manga. Esta vez demostró que sabe dominar el ritmo de su espectáculo. Se marcó un interludio a solas, con su guitarra de palo y el pedal de loops, mientras la banda le miraba desde una esquina, al fondo, tan cómplice como el resto del público. Y en él fue hilvanando esbozos del que será el segundo volumen de su prolífico Producto Interior Bruto con la ilusión de un niño con zapatos nuevos. Explicaba así lo que sonaría, creciendo y creciendo, en un disco que saldrá a principios de año.

No sucederá pues lo que se propuso en un primer momento: sacar dos trabajos antes de que acabe 2011. Pero siendo honestos, tanto da. Podemos esperar. El Vol. Uno aún está crujiente, huele bien y suena a todo menos a viejo. Recuperó además momentos grandes de Contra Todo Pronóstico (Bcore Disc, 2009) como Un Comino o L’Ocell. Y bonito fue el rato en que Inés Martínez de Albornoz (pareja de Colomo en el presente cotidiano y en La Célula Durmiente) hizo los coros de Cada Día Más entre la muchedumbre. Volvió a salir la banda en una recta final de pirotecnia nada barata, contraria al título de su hit más hit, que acabó por dejar claro que allí se lo estaban pasando bien todos. Y con esas terminó el show, un show largo pero nada aburrido. Será que Colomo tiene muchas, muchas canciones buenas. O que derepente ya no era otoño y la mugre había desaparecido, sin más.

Texto: Carola Guerrero

Fotos: Sergi Moro

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