DAVID LYNCH: TAN OSCURO EN LA MÚSICA COMO EN EL CINE

David Lynch – Crazy Clown Time (2011)

[xrr rating=7.5/10]

Películas como ‘Eraserhead’, ‘Lost highway’ o ‘Mulholland Drive’ muestran la fascinación por lo insano, ilógico y extremo. Ese es el cine limítrofe de David Lynch donde nada queda al azar; todo elemento cobra significado siendo la música un potente protagonista. Jazz desolador, estridente, industrial, voces angelicales o perturbadoras disonancias escoltan las escenas del maestro de Montana.

En un paréntesis cinematográfico y tras muchas piezas propias incluidas en sus películas, Lynch ha decidido por fin decir la suya en la industria sonora haciendo honor a su reputación de intelectual multidisciplinar. Un debut musical que responde a una exacerbada inquietud creativa y que nace bajo su sombra.

Es complicado afrontar cualquier obra de David Lynch si no eres amante de lo extraño; ‘Crazy Clown Time’ (2011) es genialidad y rareza a partes iguales como cabría esperar del creador de algunas de las imágenes más turbadoras del cine y la televisión. La luz brilla por su ausencia y la mayor parte de los 14 temas que componen el disco parecen un viaje a la oscura mente disociada del Fred Madison de turno.

Si bien el propio Lynch ha preferido hacer casi todo el trabajo vocal del disco, distorsionándose a sí mismo hasta límites insospechados, Crazy Clown Time arranca de la mano de Karen O, vocalista de Yeah Yeah Yeahs, convirtiéndose ya la primera canción en toda una declaración de intenciones: un lenguaje retorcido, dantesco y arcano donde lo excéntrico, lo inquietante y lo misterioso se conjuga para sobrepasar las capacidades del espectador.

Se adivina una crítica a la coyuntura actual, la pobreza cultural, la falta de ambición y cierta nostalgia por tiempos mejores. Una especie de extensión de su universo fílmico en el que cada tema transmite unas sensaciones que componen su propia película, y donde cualquier fan podrá citar casi de forma automática la hipnótica serie Twin Peaks al escuchar ‘These are my friends’, la atmósfera esperpéntica de Blue velvet en ‘The night bell with lightning’ o una encendida discusión entre Sailor y Lula en ‘Football game’.

El sonido Lynch viene a ser un homenaje a amigos y colaboradores, de Bowie a Byrne, de Adamson a Moby, con especial mención al Badalamenti de los momentos desquiciados. Todo ello junto a la electrónica más oscura de los ochenta, algunas bases de trip-hop, unos toques de rock transgresivo y el fluir por una carretera tenebrosa. Toda esa amalgama evoca una banda sonora huérfana y es que, como sus films, no se trata de música para el gran público. El imaginario personal del poliédrico artista norteamericano resulta tan retorcido y visionario que el oyente corre el riesgo de perderse en un trayecto con múltiples desvíos. Sea cual sea el destino final, aplaudimos ese imperioso deseo de transgredir y su osadía al presentar su Inland Empire sonora particular.

Texto: Marc Batalla


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